EEUU, la Convergencia Anti China, y las posibles opciones del Gigante Asiático. Pltgo. Oswaldo Espinoza.
EEUU, la Convergencia Anti China, y
las posibles opciones del Gigante Asiático.
Pltgo. Oswaldo Espinoza.
Los
Estados Unidos se preparan formal y oficialmente para una confrontación con
grandes potencias, un escenario en el que, tanto el antiguo antagonista
geopolítico, Rusia, pero sobre todo, la nueva súper potencia asiática, China,
han sido declarados abiertamente como amenazas para la hegemonía estadounidense
que deben ser contrarrestadas por cualquier vía, siendo válidos con este fin,
las medidas coercitivas económicas (sanciones unilaterales), la aplicación
extraterritorial de leyes nacionales (contraviniendo el derecho internacional),
la injerencia política en los asuntos internos, la promoción de revoluciones de
colores, así como, el cerco y acoso militar. No obstante, consciente de su
retroceso y del crecimiento de sus rivales geopolíticos, la administración
Trump busca desesperadamente, y a través de intereses comunes, la diplomacia
dura, la negociación, e incluso el chantaje, y hasta la imposición forzada la
conformación de una alianza internacional para contener las amenazas a la “pax
americana”; siendo más específicos, se trata de consolidar una convergencia
anti China.
La
base de la convergencia anti China la conforma la anglósfera, la cual está
constituida por los herederos directos del antiguo imperio británico, solo que
ahora bajo la dirección incuestionable de EEUU, a ella además hay que sumar al
Reino Unido en Europa, Canadá en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda en el
Pacifico sur; todos estos estados perfectamente alineados con los intereses
imperiales estadunidenses por razones culturales, ideológicas, religiosas,
económicas y políticas. A la sólida base anglo-sajona, se agregan los socios
subyugados al poder imperial después de la segunda guerra mundial, bien sea por
haber sido derrotados, o porque fueron “salvados” por los EEUU y ahora les
deben sumisión, en este caso me refiero al resto de la vieja Europa (Alemania,
Francia, Italia, etc), así como Japón y Corea del Sur en el Pacifico; por otro
lado se busca agregar por otros medios a la India (el otro gigante de Asía), y
otros estados del sudeste asiático (Vietnam, Filipinas, entre otros),
aprovechando viejos conflictos y diferendos territoriales de esas naciones con
China.
El
objetivo es claro: Detener y debilitar el crecimiento chino, a través de la
conformación de una alianza económica, política y militar, que conforme una especie
de cadena de hierro, como las que se usaban en la antigüedad para bloquear la
entrada a los puertos, que rodee a China, cortando efectivamente la iniciativa
del cinturón y la ruta, a la vez que restrinja el creciente poderío chino a sus
costas y territorio, aislando y conteniendo la “amenaza” que representa. La
Convergencia, ya existe de hecho y viene actuando en múltiples frentes, como
por ejemplo en política y economía, copiando, repitiendo y suscribiendo el
discurso oficial de Washington, sobre la violación de los derechos humanos
contra las minorías en China, apoyando la insurgencia en los territorios con
cierta autonomía (Macao y Hong Kong) bajo el esquema de un país dos sistemas,
haciéndose partidarios de la independencia de Taiwán, acusando a China de
pretensiones excesivas en el mar meridional, sumándose al boicot a Huawei y su
5G, uniéndose a las sanciones ilegales, y condenando a China por la pandemia de
la Covid-19.
El
siguiente paso es consolidar la convergencia militar para contener el creciente
poder del gigante asiático, tarea que actualmente asume directamente EEUU,
concentrando muchos de sus recursos de la naval, la aviación, y bases
militares, tanto en territorio propio extracontinetal, como en suelo de los
aliados arriba descritos, en los cuales aspiran colocar misiles de alcance
intermedio apuntando a China, razón por la cual abandonaron el INF el año
pasado; no obstante, el ritmo acelerado e inalcanzable del complejo industrial
militar chino hace previsible que en poco tiempo las fuerzas destinadas para
estas tareas se vuelvan insuficientes, siendo a la larga incapaces de mantener
la presión sin movilizar (y debilitar) otros contingentes presentes en otros
teatros de operaciones, razón por la cual EEUU busca activamente crear una suerte
de OTAN del Indo/Pacifico y sumar al compromiso comprobado de la anglósfera con
las operaciones militares, a la India (4to lugar en el Global Fire Power, solo
detrás de EEUU, Rusia y China), al igual que exigir un mayor involucramiento de
las fuerzas de Japón y Corea del Sur (ambos con flotas considerables);
finalmente se busca forzar a las naciones del sudeste asiático a confrontarse
abiertamente contra los chinos, quedando de hecho, en una posición comprometida
entre un “aliado” lejano que vela por sus propios intereses, y un poderoso
vecino dispuesto a todo por hacer valer los suyos.
Ante semejante desafío China, tan acostumbrada
a un estilo diplomático milenario de paciencia estratégica, y a una política
internacional que evita, en lo posible, las confrontaciones, se ve obligada a
reaccionar por cuanto, en mi opinión, el planteamiento agresivo y peligroso de EEUU, en el lenguaje de todo o
nada de un imperio que retrocede, no le deja más alternativa que rendirse
incondicionalmente, renunciando, no solo a sus aspiraciones, sino también a sus
logros, y hasta a su soberanía, o en cambio, resistirse y fortalecerse para
evitar ser subyugado, haciendo lo posible por evitar una guerra, pero
disuadiendo al (los) agresor(es) de siquiera atreverse a intentarlo. Las
opciones de China (a parte de la sumisión, claro está) son básicamente dos: Continuar fortaleciéndose
en solitario, a través de un crecimiento sostenido de la economía, el
desarrollo industrial, y fortalecimiento militar, con todo las dificultades
creadas por la pandemia y las restricciones sancionatorias, la guerra sucia, el
boicot, y la competencia desleal; o bien, y está opción no es excluyente de la
primera, busca superar sus recelos y flexibilizar sus planes, para ir creando y
consolidando su propio sistema de alianzas, solo que ya no únicamente limitas
al plano económico y comercial, como con el cinturón y la ruta, sino además en
el plano político y de defensa.
Las
relaciones cada vez más estrechas en materia de cooperación con Rusia e Irán
marcan el camino a seguir, aun así, estas aun no son alianzas propiamente
dichas, ni implican un compromiso real de interoperabilidad y asistencia mutua
en materia defensiva, y no es que se busque una OTAN alternativa, por cuanto
ninguno de los aliados potenciales estaría dispuesta a asumir un papel de
vasallos frente a China, como el que cumplen los “aliados” bajo las órdenes
directas de EEUU. Contra esta posibilidad juegan algunos antecedentes, recelos
e incluso diferencias culturales y territoriales, empero todos esos obstáculos
podrían ser superados ante la necesidad, cada vez más urgente, de responder al
desafío de la fiera herida que representa un imperio en retroceso. Las
potencialidades combinadas de China y Rusia, en materia militar, representan la
peor de las pesadillas del Pentágono y la Casa Blanca, solo imaginar que el
dominio ruso de ciertas tecnologías estratégicas (hipersonido, guerra
electrónica, submarinos nucleares, aviación estratégica, motores de aviación,
defensa antimisiles), hasta ahora solo limitadas por el presupuesto más
restringido de Rusia y su, apenas en franca recuperación, complejo industrial
militar, termine fusionado con los enormes recursos y la gigantesca capacidad
de producción industrial, y avanzada tecnología de China, le quita el sueño al
tío Sam.
Considere
el lector, solo por un momento, el escenario de un convenio de construcción
naval conjunta entre Rusia y China, que permita producir para ambas fuerzas
armadas, Corbetas Trueno (proyecto 20385) y Fragatas rusas Gorshkov plus (proyecto
22350+), además de destructores chinos tipo 052-D, y súper destructores tipo
055, armados con las versiones mejoradas de Caliber M, Onix M, y el próximo
Circón hipersónico, o sus equivalentes chinos, sume a ello submarinos nucleares
de tecnología rusa, sin descartar usar los inmensos astilleros chinos para
hacer realidad proyectos rusos como la fragata super Gorshkov y el mega
destructor (más bien Crucero de 19.000 toneladas) Líder 23560, o el desarrollo
conjunto de nuevos submarinos no nucleares con propulsión independiente de aire
(lo cual ya parece estar firmado y en marcha), y tendrá un fortalecimiento
considerable del, ya de por si temible, poder naval chino, y a la vez la
resurrección efectiva de la flota oceánica y de mar lejano de Rusia, con la
respectiva recuperación de la capacidad de proyección de poder que actualmente
se encuentra muy limitada. Únicamente una iniciativa como esta, sin incluir,
nuevas compras o desarrollos conjuntos, y sobre todo si va acompañada de un
acuerdo de asistencia recíproca, tendría el poder de disuadir a la convergencia
anti China y desanimar la incorporación de nuevos eslabones a esa cadena de
hierro que pretende someter al gigante asiático.
Conformar
un sólido bloque Euro-Asiático, que incluya a Rusia y Bielorrusia (a China no
le conviene un Maidán allí), en el norte del continente, a Irán y Paquistán en
Asia Occidental, así como a las repúblicas centroasiáticas (es vital evitar que
escale más el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán), además de conquistar y/o
consolidar sus aliados en el sudeste asiático, costa oriental de África y fortalecer
su relación con Corea del Norte, le permitirían a China, crear un camino seguro
para el cinturón y la ruta, desde y hacia su territorio, con Europa, África, el
Ártico, y las muy disputadas aguas y espacio aéreo del mar de China y el océano
pacifico; esta opción le asegurará al gigante asiático la posibilidad de
continuar con su crecimiento, y tener más libertad de llevar su propuesta
alternativa de relaciones comerciales al resto del mundo, al tiempo que renueva
su apuesta por un mundo multipolar y pluricéntrico, evitando en el camino un
conflicto de consecuencias inimaginables.
Los
chinos insisten en que no buscan sustituir a EEUU como nuevo hegemon mundial, y
que su planteamiento no es intervencionista, ni injerencista, buscando un nuevo
marco de relaciones bajo la premisa de ganar-ganar; en este sentido, mucho
habrá que debatir sobre la propuesta China y sus intenciones, por ahora sus
acciones parecen respaldar el discurso oficial; en todo caso, el escenario
actual, signado por la agresiva política exterior de la administración Trump,
le ha planteado a los chinos un desafío ineludible de confrontación entre
grandes potencias, dejando muy claras sus intenciones, dependerá de la nación
del dragón la respuesta a este desafío histórico, que al fin y al cabo termina
involucrándonos a todos en el tablero mundial.
Pltgo. MSc. Oswaldo
Espinoza.
Docente/investigador
UBV-CEPEC. Investigador asociado del CIM.
Participante de la
Especialización en Epistemologías del Sur de CLACSO.
Administrador de los
blogs: https://tableroordenmundial.blogspot.com/ y
https://descolonizarlaeducacion.blogspot.com/
Colaborador como
analista para: Mundo.sputniknews.com, Alainet.org, Otrasvoceseneducación.org,
Analéctica.org, Aporrea.org, Rebelión.org, Barometrolatinoamericano.blogspot,
Cubadebate y Cubainformación.
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