El Problema es el Sistema Mundo Moderno-Colonial La pandemia no es más que una consecuencia. Prof. Oswaldo Espinoza.
El
Problema es el Sistema Mundo Moderno-Colonial
La
pandemia no es más que una consecuencia.
Pltgo.
Oswaldo Espinoza.
La Pandemia de la Covid-19
representa sin lugar a dudas el acontecimiento histórico más importante de los
tiempos contemporáneos, su alcance e impacto en la sociedad y la ilusión
compartida de una realidad inmutable e infinita que llamamos normalidad,
convierten este hecho en un momento de inflexión para el destino de la especie
humana; sin embargo, la pandemia no es la causa de las calamidades presentes
del mundo; de hecho no es más que un producto del sistema mundo
moderno-colonial sustentado en el modelo de producción capitalista, en la
racionalidad positivista, en la cosmovisión antropocéntrica de la teología de
la dominación y en la reproducción constante de los patrones hegemónicos y
coloniales. Ignacio Ramonet, desde su cuarentena en Cuba, reflexiona sobre la
pandemia y el sistema mundo, derrumbando algunos de los mitos que rodean al
fenómeno de la pandemia al tiempo que expone el potencial de la misma para un
iniciar un proceso de cambio societal, sin dejar de alertar sobre los riesgos
inherentes a este momento de incertidumbre histórica.
Para entender la relación entre
la pandemia y el sistema mundo del que se desprende, es necesario conocer que
el sistema mundo moderno colonial ha establecido e impuesto su cosmovisión como
la única lógica para la existencia humana, negando y produciendo como
inexistentes todas las otras formas históricas y alternativas que existieron y
existen en la inmensa diversidad y riqueza de la humanidad; sobre todo hay que
leer ese sistema desde dos dimensiones trascendentales para comprender como es
que la lógica moderna del sistema mundo produjo la pandemia; por una parte
encontramos la forma de relación entre la especie humana y la naturaleza, y por
otra parte los patrones de relación entre los seres humanos; en el primero de
los casos la cosmovisión judeo-cristiana establece a través del mito creacional
del génesis, una lógica del hombre como la cima de la creación divina y a la
naturaleza la coloca bajo su señorío y dominio, es decir que la lógica
relacional humano-naturaleza se establece bajo la premisa de la propiedad, con
la tierra y todas sus creaturas al servicio del hombre que puede disponer a
voluntad de la misma; esta lógica se traduce en un modelo de explotación de los
recursos naturales hasta el agotamiento y su destrucción final que invariablemente
obligaba a la expansión y búsqueda de nuevas tierras y recursos derivando en el
colonialismo; el modelo de producción capitalista no hace más que llevar esta
lógica de relación al extremo, expandiéndola y multiplicando sus efectos; así encontramos
que, como expone Ramonet, la expansión del modelo de producción capitalista
invade y destruye sistemáticamente ecosistemas naturales, rompiendo los
equilibrios biológicos establecidos y aumentando el contacto y la exposición
entre los seres humanos y organismos vivos tradicionalmente aislados de la
actividad humana, incrementando el potencial de contagio de virus zoonóticos,
que se transmiten de animales a humanos como en el caso de los SARS, familia a
la cual pertenece el SARS COV-2 causante de la Covid-19; súmese a ello la
superpoblación, la interdependencia, la extinción de especies de control
biológico, la domesticación masiva y consumo indiscriminado de otras especies
de origen silvestre, y el resultado será el coctel perfecto para el surgimiento
de nuevas pandemias tan o más letales que la Covid-19.
La otra lógica relacional del
sistema mundo moderno-colonial es la que establece las relaciones entre los
seres humanos a partir de patrones de dominación y explotación fundamentadas y
racionalizadas a través de la naturalización de las diferencias como jerarquías
que establecería a una minoría de la especie como superior y por lo tanto como
la más preparada para gobernar y dirigir los destinos del resto de la especie;
básicamente, esta población “naturalmente superior” viene a estar representada
por los hombres blancos, europeos y sus descendientes directos, positivistas, cristianos
y capitalistas, de ahí que los patrones de dominación sobre los que sustenta la
modernidad sean sus propios mitos racionalizados: El patriarcado, racismo,
colonialismo, y capitalismo. La otra cara de esta lógica consiste, en
consecuencia en la producción sistemática de las grandes mayorías de la especie
humana como naturalmente inferiores, barbaros, atrasados; cuando no declarados
como primitivos o simplemente inexistentes; de esta forma las grandes mayorías
de la humanidad se ven privadas de su propia historia, se les prohíbe su
identidad, no se les reconocen sus conocimientos, ven estigmatizadas sus
creencias y cosmovisiones y finalmente se les niega la posibilidad de soberanía
y autodeterminación, junto con su derecho a determinar y construir su propio
destino. Esta lógica relacional profundamente injusta y desigual produce una
enorme brecha abismal entre una minoría privilegiada que gobierna el sistema
mundo y las grandes mayorías, ignoradas, explotadas, victimizadas, excluidas y
producidas como inexistentes. La pandemia no produjo la brecha abismal pero,
como bien apunta Boaventura de Souza Santos, si la desnuda y la revela en toda
su magnitud, no por nada, si bien el virus no distingue raza ni clase social,
las condiciones de vida de los sectores desfavorecidos terminan potenciando el
riesgo de contagio y limitan enormemente el tratamiento y lucha contra la
enfermedad; la contundencia de tales afirmaciones se evidencian en las cifras
de contagio y letalidad entre la población latina, emigrante y afrodescendiente
en EEUU, hoy por hoy centro de la pandemia mundial. Sin lugar a dudas que las
condiciones en las que viven las grandes mayorías de excluidos de la sociedad,
de los olvidados de la tierra, contribuyeron innegablemente a la rápida
expansión de la enfermedad por el mundo y sobre todo en el sur global; vivir
hacinados, con bajas condiciones de salubridad, escasos ingresos, trabajos de
alto riesgo, bajos niveles de nutrición, limitado acceso a la atención médica y
escasa protección social, impiden cumplir con el distanciamiento social y las
demás medidas de prevención sanitarias al tiempo que potencian exponencialmente
los efectos de la pandemia.
La pandemia parece estar dejando
claro en la conciencia colectiva que algo debe cambiar en el mundo; por otra
parte la mayoría de los analistas, estudiosos e intelectuales coinciden en que
nada será igual después de la pandemia; no obstante la historia ha demostrado
que luego de las grandes crisis la humanidad hace lo posible por olvidar y
retomar lo antes posible su forma de vida y recuperar la “normalidad”, el
asunto es que el problema es precisamente que esa normalidad se sustenta en un
sistema mundo que se basa en unas lógicas que producen simultáneamente la
destrucción de la naturaleza y la explotación injusta de la mayoría de la
humanidad por un pequeño sector privilegiado de la especie que se asume
soberbiamente como naturalmente superior; si bien ambas lógicas han sido
perfectamente racionalizadas por la modernidad, resultan completamente
irracionales desde el punto de vista de la creación y reproducción de la vida y
representan un camino suicida sin retorno para la extinción de la especie
humana; para superar esta ruta autodestructiva el mayor obstáculo es que la
modernidad ha hecho tan bien su trabajo de racionalización de sus mitos que ha
convencido a las grandes mayorías que el sistema mundo moderno colonial es el
mejor de todos, es más, se trata del único posible, no ha existido, ni existirá
otro mejor o alternativo; por lo tanto, la humanidad parece estar inclinada a
olvidar y volver a la normalidad que conoce por más injusta y ecocida que esta
pueda ser, porque en la psique colectiva no existe alternativa.
Aunque la tendencia descrita es
real, al parecer algo parece estar operando en la conciencia social en el marco
de la pandemia, quien escribe publicó hace un tiempo que la pandemia del coronavirus
al tiempo que cubría con mascarillas los rostros de la humanidad, hacia caer
las máscaras del sistema mundial, y es ese proceso de develación y exposición
cruda de las verdades ocultas detrás de la ilusión de la “normalidad”
cotidiana, lo que brinda la oportunidad de aprovechar la pandemia como un
momento de inflexión histórica con el potencial de provocar una nueva
sociogénesis con conciencia planetaria que nos saque de la ruta de colisión con
la extinción autoinflingida; Esa dosis de realidad en la que los buenos del
cine que salvan al mundo de todo tipo de amenazas, desde extraterrestres,
asteroides, plagas, desastres naturales y los malosos villanos, de repente se
revelan como ladrones, egoístas y oportunistas, incapaces de brindar solidaridad
pero muy dispuestos a aprovechar la coyuntura para bloquear, sancionar, atacar
a los pueblos del mundo del que supuestamente se autodenominan líderes y
protectores; realidad que irónicamente también muestra a la “liga del mal”, los
demonizados villanos, exportando ayuda, solidaridad, atención y asistencia sin
condiciones e incluso desde la propias carencias y necesidades prestando
cooperación con quienes históricamente los han calificado de inferiores,
enemigos y malvados.
Contrario a la pretendida exclusividad
de la modernidad como único sistema mundo posible y deseable, existen
alternativas, ancestrales y contemporáneas, previas y emergentes a la
modernidad, formas otras de entender al mundo y la humanidad, lógicas realmente
racionales y sustentables de concebir las relaciones de los seres humanos con
la naturaleza y las relaciones entre los miembros de nuestra especie; lógicas
para la creación y reproducción de la vida; se trata de cosmovisiones
originarias que lejos de establecer a la naturaleza como propiedad al servicio
del hombre la asumen como madre, dadora de vida, proveedora de recursos y
protectora de sus hijos; desde esta perspectiva los modelos de producción
abandonan la explotación hasta el agotamiento y la destrucción porque a una
madre no se la usa y abusa hasta matarla, a una madre se la ama, se le cuida y
se la protege; junto a una cosmovisión diferente, están las alternativas
contemporáneas y emergentes como la agroecología y la permacultura, la fusión
entre tradiciones milenarias e innovaciones tecnológicas sustentables puede
producir no solo una lógica alternativa de relación humano-naturaleza, sino
también nuevos modelos productivos que favorezcan la reproducción de la vida.
De la mano de una mayor
conciencia planetaria, tiene que surgir una nueva ecología social, que parta de
los reconocimientos más allá de las diferencias, según Santos, se trata de
reconocernos como diferentemente iguales e igualmente diferentes, distintos en identidad
cultural, colores, costumbres, historias, creencias y prácticas sociales, pero
iguales en valor, capacidad y derechos; la ecología de los reconocimientos
implica el derrumbe de la pretendida naturalización de las diferencias de la
modernidad a través del combate colectivo contra los patrones de dominación que
las sustentan, como el racismo, el patriarcado, la teología de la dominación,
la pretendida exclusividad y universalización del conocimiento eurocéntrico, el
colonialismo/neocolonialismo y el capitalismo y globalismo neoliberal, así
mismo exige la reivindicación de la historia, memoria e identidad de los
pueblos sistemáticamente excluidos, explotados y producidos como inexistentes,
reconocer su sabiduría, sus conocimientos contextualmente e históricamente
válidos, reconocer y aprender de sus prácticas sociales y políticas más
participativas e incluyentes que el modelo liberal representativo. Una nueva
sociogénisis es posible, reducir la brecha hasta desaparecerla es alcanzable, se
trata de hacer, en palabras de Alí, más humana la humanidad.
Lamentablemente, como advierte
Ramonet en su trabajo, en la pandemia también están gestándose otros fenómenos
que nos pueden llevar en la dirección contraria; de esta forma el miedo
colectivo, el temor generalizado a la enfermedad, exacerbado hasta el paroxismo
por los medios y las redes sociales, está haciendo que la gente esté dispuesta
a renunciar a su libertad general, a su privacidad individual e incluso a sus
derechos políticos, laborales y sociales, de repente el estado aparentemente
condenado a reducirse a su mínima expresión antes de la pandemia podría emerger
de esta como un mítico Leviatán renovado o el gran hermano de la ficción, un
ente que con la excusa de proteger oprima, controle y vigile en formas
supuestamente olvidadas y hasta hace muy poco inconcebibles en la actualidad;
esto no quiere decir que el fortalecimiento del estado y el hecho de que este
retome funciones que había abandonado y cedido ante el sector privado, como la
salud, no representen una necesidad bienvenida, pero lo cierto es que el fantasma
fascista también puede estar rondado. A la par de las posibles implicaciones
del fortalecimiento del estado, otros actores privados y trasnacionales están
posicionándose para aprovechar la pandemia y la pos pandemia con peligros tanto
o más preocupantes que los del nuevo Leviatán, esta amenaza se presenta como
una Hydra de múltiples cabezas, sin patria, sin compromisos más allá que los
intereses de las minorías multimillonarias a las que pertenecen, la industria
farmacéutica, el complejo industrial militar, las 5 grandes de internet, las
agroquímicas y los gigantes del sector energético, entre otros, todos
preparándose para capitalizar el miedo y consolidar más que nunca el sistema
mundo con su lógica autodestructiva mientras dure; ahora bien ellos también
tienen en mente mecanismos para estirar la bonanza y disfrutarla un poco más,
una de ellas es la disminución de la población mundial, a través de la
desaparición de los débiles, los viejos, los improductivos, los descartables,
los inferiores, una especie de purga social con muchas vías para su
realización; más allá de las teorías conspirativas y de la incertidumbre del
origen de la enfermedad, lo cierto es que la pandemia, y según los expertos las
que seguirán si nada cambia, sirve muy bien a este propósito.
Ya lo dijeron en su momento Fidel
y Chávez en los escenarios mundiales, no se trata de simples reformas, cambios
de gobiernos, o un capitalismo más humano, tampoco de una evolución de la
modernidad hacia la posmodernidad, de cambiar aparentemente para que nada
cambie, se trata de cambiar el sistema mundo, se trata de aprovechar este
momento de inflexión histórica para impulsar una revolución mundial que
transforme la sociedad y la humanidad toda porque en ello nos estamos jugando
la vida como especie.
Referencias.
Ramonet Ignacio. (2020). “La
Pandemia y el Sistema Mundo”. La Habana. Disponible en: https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-7878.html.
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